miércoles, 13 de octubre de 2010

Reflexiones entorno al Bicentenario


La revolución de los comuneros[1], no  nace ya constituida, hace parte de un proceso dialéctico que conjugó diferentes  hechos históricos. Entre estos se encuentra,  “La calamitosa necesidad”de 1776 causada por el despojo paulatino del territorio indígena  hecho que sumió  a las comunidades indígenas  en la absoluta miseria. Hacia 1779 las importaciones y exportaciones de tabaco alcanzaron gran rentabilidad debido a la “libertad de comercio implantada por la comarca, lo que produjo  prosperidad, especialmente, en  los municipios de Socorro y San Gil. Pero, a casusa del elevado costo de la  guerra entre España e Inglaterra, el virreinato decidió disminuir gastos reales prohibiendo el cultivo de tabaco en casi todo el territorio del país y el poco que se cultivaba fue monopolio real. Así, se adelantó una campaña real contra los tabacaleros basada en un aparato represivo materializado en los guardas de renta, quienes se encargaban de vigilar continuamente los campos. Cansados de los atropellos y de las encarcelaciones injustas, el 29 de octubre, cerca de cuatrocientos campesinos salieron a protestar.


El Socorro comenzó a constituirse como espacio libertario a partir de  los mercados semanales que se realizaban y donde confluían personas de diferentes poblaciones, dando pie a un intercambio constante de información coyuntural (motines en las comarcas, guerra España-Inglaterra revolución indígena en el Perú)  que dejó en evidencia el debilitamiento de la corona española. En marzo de 1781 el virreinato, de mano del  regente Gutiérrez de Piñeres impuso nuevos gravámenes, pensando que la situación se había normalizado, generando un levantamiento del pueblo liderado por Manuela Beltrán quien rompió la declaración de impuestos. Municipios cercanos como San Gil y  Simacota se sumaron a la protesta y más tarde,  ésta alcanzó  nuevas provincias. El 30 de marzo se realizó  una de las jornadas más trascendentales para la revolución comunera,  con la aparición de “la cédula del pueblo” que tiempo después vendría a cubrir todo el territorio neogranadino.

Dentro de este gran proceso revolucionario no solo se organizaban campesinos en contra de los impuestos establecidos, sino que además los indígenas que habían sido separados de sus tierras ancestrales y con el miedo de que una nueva reducción de tierras se diera,  decidieron hacer parte del movimiento comunero guiado por Jose Antonio Galán, quien al inicio fue el encargado de organizar en armas a las diferentes comunas.

Cerca de 20.000 hombres marcharon hacia Santa Fe con un documento de 35 peticiones al cual se le denominó capitulaciones. En Zipaquirá fueron abordados por una comisión delegada para negociar guiada por el Arzobispo Caballero y Góngora, quien por miedo al levantamiento de los comuneros decidió aceptar las 35 peticiones con el fin de que estos volvieran a sus regiones de origen. Después en Santa Fé el Arzobispo quien después terminaría siendo virrey, anuló las capitulaciones, los comuneros se levantaron de nuevo pero esta vez el virreinato estaba preparado para defenderse en una campaña de sangre y fuego, en donde asesinaron a varios lideres comuneros como Galán.

Todo esto nos demuestra que a través de la historia se ha evidenciado una lucha antagónica entre los opresores y los oprimidos, entre los dominadores y los dominados, entre los explotadores y explotados, cada cual por la lucha de unos intereses privados o comunes. Se evidencia la organización popular en gran parte del territorio nacional con el fin de mejorar las condiciones de vida del pueblo.
Pero al mismo tiempo, vemos cómo la misma historia es olvidada. Estos acontecimientos importantes para generar la fuerza liberadora, son opacados con la celebración y no sólo conmemoración de 200 años de independencia. Lo que sucedió el 20 de julio de 1810 marcó una pauta en la historia de Colombia, pero no generó realmente una verdadera independencia de la Nueva Granada, y del resto de colonias del Imperio Español.

Si bien el levantamiento de los Comuneros, no fue el único levantamiento de inconformidad, si fue uno de los tantos que inspiró la gesta libertadora de Miranda, Bolívar, San Martín, O’Higgins, Artigas, Hidalgo, Morelos, Martí, entre otros próceres y luchadores latinoamericanos. Obviamente acompañados de un gran cúmulo de de mestizos, criollos, negros e indígenas quienes más allá de la independencia, lucharon por su dignidad, reclamando sus derechos.

La integración y Unidad Latinoamericana, el sueño que impulsó la “Campaña Admirable”, se mantienen hoy en un segundo plano. Se vive la celebración como si la libertad de los pueblos de Nuestra América ya se hubiese dado. El grito de Independencia, fue la chispa que se necesitaba para iniciar con la construcción de la emancipación, mas no fue el fin. Se logró tal vez una independencia política, pero no económica mental y cultural.

Por eso la importancia de rescatar la historia. Hay muchos elementos inconclusos, que la misma memoria nos permitirá reconocer y retomar. Aun no somos libres, no del todo. Las múltiples expresiones de inconformidad se siguen viviendo, cada vez con mayor intensidad. No corresponden a hechos aislados, sino por el contrario responden  a una necesidad histórica. Lo vimos con cada proceso, cada batalla, cada dictamen. Lo vimos con la dignidad, el orgullo y la tremenda fuerza del ejército libertador atravesando los andes y venciendo al ejército español, mientras otros se repartían el poder y el territorio en la “patria boba”.

El intento de consolidar el proyecto libertario, se vio truncado por la injerencia norteamericana. El mismo Bolívar lo exclamó como si fuera una nefasta profesía que vivimos en la actualidad: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad”. Y además por la misma división de intereses por parte de una Burguesía naciente, ligada a sectores terratenientes y señoriales. El individualismo se manifestó de manera certera al proponer el federalismo como modelo político, económico y cultural de la recientemente independizada Latinoamérica con el fin de consolidar el poder regional. Hechos como estos, alimentan la historia de traiciones y desengaños de una clase política dominante desde entonces y que iría en contravía de una verdadera emancipación.

Así pues, son múltiples los elementos que merecen un interesado y profundo análisis histórico. Son muchas las pautas para pensarse realmente el camino a seguir en la actualidad. Rescatar nuestra memoria, es una tarea fundamental de nosotros los jóvenes, de nosotros los estudiantes, de los profesores, de las universidades, de la academia en general. Hoy hace 200 años dimos el grito, expresamos nuestra inconformidad, y luchamos por nuestra libertad. Ahora, encontrándonos en esa historia, debemos ser parte para transformarla. Lo que nuestros próceres y el mismo pueblo empezó hace 200 años no debe ser una tarea inconclusa, por el contrario debe ser la inspiración, como lo fueron los comuneros y la resistencia indígena, para seguir adelante en busca de una segunda y definitiva independencia, que incluya lo económico, lo político, lo social, lo mental y lo cultural.


[1]QUIMBAYA, Anteo.  Primeras grandes jornadas de nuestra revolución comunera. En: BUENAVENTURA, Nicolás. QUIMBAYA, Anteo. LAVRETSKI, L. POSADA, Francisco  y TORRES, Camilo. [S. L]: Los comuneros. [19-?]. Pág 24-51.